miércoles, 5 de junio de 2013

Secreto en la tacita de plata.


Jamás se lo contó a nadie.
 Ella una vez quiso, quiso mucho y de verdad. Y desde entonces, nunca ha vuelto a querer igual.

 Y él, él no sé.

 Pero sé que se quisieron mucho y muy fuerte.

 Se defendían a capa y espada. 
Jamás se besaron, pero creedme, lo suyo era amor.

En un barrio de la tacita de plata, los vecinos rumoreaban que era la mejor fusión que la naturaleza había creado hasta entonces.

 Eran felices. 
Se entendían.
 Se necesitaban.
 Se complementaban.
Aprendían el uno del otro. 

Él le enseño a amar el flamenco; ella, le enseñó a hacerlo de sí mismo

Y no se besaron jamás porque el destino así lo quiso.
 Las cosas eran complicadas, jamás lo entenderíais.
Os preguntaréis por qué era un querer y no poder.

Pues bien, un día su señora madre le dijo: Nena, sé que estaríais juntos si no fuera porque eres mi hija.
Y ahí lo dejo.

Después de un tiempo, ambos marcharon del sur de España. Él a otro continente; ella, a su ciudad natal.
Entre ellos ha habido un paréntesis de cinco años de silencio, aunque ninguno de ellos tiene muy claro el por qué.

Ahora, hace apenas unos días, aún estando a miles de kilómetros y a un océano de distancia, un 'sigues siendo la misma' de él inunda su rostro. 

Ella desde entonces no ha vuelto a querer igual. Ha besado a muchos, pero no ha sentido ni la mitad de lo que sentía simplemente estando junto a él.

"Sin amor, todos los besos saben igual".

Y ambos saben que algún día ese océano se secará. 
No habrá distancia.
 Y volverán a sentir cómo se les eriza la piel con sólo rozarse.
 Porque el destino es caprichoso, dice ella.
 Y la vida dura, y el amor ni te cuento. 
Pero ellos lo son aún más.
Muchísimo más.
*

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