jueves, 12 de septiembre de 2013

Diez años



— Si no vienes, no voy. Y si me quedo, no seré feliz.
— Entonces iré, aunque mi felicidad dependa de ello.
Y así fue como me sacó a rastras de mi hogar. 

Dejando mi vida y los ojos de mi padre llenos de lágrimas.

No cabía en las cinco maletas el dolor que me provocó ver al hombre de mi vida llorar por primera vez.

Le estaba abandonando.

Le estaba siendo infiel.
Pero marché.

Marché hacia la tacita de plata, la cual llené de gotitas saladas y en la que pude navegar durante cuatro largos años.

Caían como cayeron las Torres Gemelas dos años antes, pero dentro de mí.

Allí a pesar de haber alegría, Carnaval y olor a sal de la Caleta, no había nada.

Estaba más vacía que nunca.

Así que decidí beberme las gotas de un sólo trago.

Hay que querer mucho a alguien para interponer su felicidad antes que la tuya propia, ¿eh?


Palma de Mallorca, 11 de septiembre de 2013

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