Pájaros, cientos de pájaros.
Algunos libres, otros esclavos.
Muchos de ellos saborean la soledad tanto o más que tú.
Sin embargo, otros degustan con dulzura la libertad. Esa que tu no tienes.
Y vuelan.
Tan alto como jamás llegará tu mente. Ni tu piel.
¿Y sabes por qué?
Porque ella es prisionera de tu cabeza.
De tu maldita cobardía, de tus ganas contenidas, de las ideas que no propones ni nunca llevarás a cabo.
En tu nido no hay más que paja.
No tienes de qué alimentarte; por lo que no intentes dar de comer a los demás.
Acoge cuando tengas algo que ofrecer. Cuando tengas espacio de sobra en el nido que se posa en tu cabeza.
Y cuidado con los huevos, no es suficiente con ponerlos.
Todo acto tiene sus consecuencias, ya lo sabes.
Tú eres tu jaula y solo tú tienes la llave.
Sé pájaro y vuela.
Y construye nidos firmes.
E invita a quien te ayude a mantenerlo.
Cuidado con los intrusos que quieran destruirlo.
Así que hazte un favor y regálate libertad:
Tu libertad.
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